Beijing, enero del 2012.
Ya era sábado. Tres días había durado la reunión más importante del partido chino de los últimos 40 años. Su organización nunca fue conocida por los servicios secretos occidentales y el encuentro fue erróneamente catalogado pocos días antes por el M16 como probable análisis de la política económica regional de China .
Los participantes no sabían ni del contenido ni del cronograma. Tampoco lograron vislumbrar el alto nivel intelectual de cada uno de sus expositores. Las palabras introductorias del presidente sólo dieron una vaga idea del encuentro, cuando señaló que se trataba de sopesar el desarrollo tecnológico chino en el contexto mundial.
De los 300 invitados, sólo un puñado participó de todas las charlas. La antepenúltima fue dictada por un ingeniero, empresario y nieto del gran caudillo Mao Zedong y versaba respecto a la estructura organizacional de internet. Luego le tocó exponer al asesor militar por más de 35 años del ministro de Defensa de China. Habló respecto al desarrollo de los tres grandes sistemas operativos computacionales que dominaban el orbe junto con la evolución de los sistemas de almacenamiento de información.
La charla final fue realizada a puertas cerradas en una pequeña sala del Gran Salón del Pueblo, de discreta elegancia y alejada del barullo que significaba el cierre de las jornadas, ante nueve participantes: junto al presidente y dos de sus asesores, se encontraban el jefe de la Comisión Militar Central, el primer ministro y tres viceministros. Presentaba el encargado de los Servicios de Inteligencia del Pueblo. Hizo un breve, pero sustancioso resumen de los esfuerzos y resultados de los servicios secretos americano, europeos y judío por infiltrar tanto los sistemas operativos como las unidades de almacenamiento de datos. Por último, destacó el gran avance del país en el diseño y fabricación de dispositivos de almacenaje de información, cuyo funcionamiento escapaba completamente a los de Occidente. Reiteró que el sistema operativo Zhenxi ha demostrado por 14 años consecutivos ser un sistema confiable, seguro y por sobretodo único.
Fue el presidente quien acomodándose en su sillón rompió el silencio final. “Largos años hemos sido humillados por Occidente. Hemos sabido resistir sus golpes y ha llegado la hora, nuestra hora, de hacerles sentir toda la fuerza que ellos han cultivado en nosotros. En este minuto tenemos la capacidad de anular toda comunicación computacional del mundo y de eliminar en forma definitiva todo artefacto de almacenamiento electrónico de información. Y lo haremos…”.
Después de un suspiro dirigió su mirada hacia Han-Lin, primer ministro por 14 años y gran lector del I-Ching. “Dinos Lin, entonces, ¿cuándo damos comienzo a la operación?”.
“Invierno, señor presidente. El primer mes de invierno”.
“Hagamos que coincida con el 21 de diciembre, Lin. Sería una bonita sorpresa”, terminaba el presidente, mientras hacía ademán de levantarse y cerrar la sesión.